Gustavo Petro denunció la infiltración, con fines de desprestigio y estigmatización, de la protesta estudiantil, tras deplorables hechos de agresión contra la fuerza pública de los que dieron cuenta los medios y las redes sociales.
Hoy, tomados no se sabe por quién, circulan en redes sociales varios vídeos en donde encapuchados preparan bombas incendiarias, curiosamente reivindicándose como parte de una estructura del ELN llamada Jaime Bateman Cayón, lo que automáticamente lleva a más de un uribista a hablar de la refundación del M-19 y a sindicar irresponsablemente a Petro como gestor de este proceso.
Lo ocurrido, amarrado al acto provocador, incitador y calculado del presidente Ivan Duque de recibir en Palacio a figuras de la farándula mientras no atiende a los estudiantes y a los profesores de las universidades públicas (luego de varias semanas de paro) es significativo.
Se está buscando a través de agentes externos desencausar la legítima protesta social y llevar a los estudiantes a la radicalización, para deslegitimar social y mediáticamente una justa causa y generar artificialmente en la opinión pública la noción de que los estudiantes constituyen esa suerte de peligro y «enemigo interno» que debe ser desarropado por la sociedad para ser enfrentado represivamente.
Es sospechoso y a ello debería cerrársele el paso por parte de los propios estudiantes, caer en este juego perverso y planificado. Ayer en Barranquilla, por ejemplo, la asistencia mermó significativamente en la marcha y resultó evidente que existía la intencionalidad tanto de la fuerza pública como de algunos manifestantes a provocar desmanes.
No de otra manera se entiende la invitación del mayor Óscar Rueda a que los carros transitaran sin importar que sobre la vía habían manifestantes. También la actitud de personas indeterminadas dentro de los marchantes, de conducir la manifestación hasta la vía 40 con calle 72 para bloquear esta arteria e imposibilitar el tráfico de trabajadores que a esa hora se dirigían a sus lugares de trabajo o a sus hogares luego de una agotadora jornada de trabajo.
Sin lugar a dudas, mantener una toma de una vía con tan escaso personal y en una zona donde cerrados los 3 accesos el espacio se convertía en una especie de trampa o auto emboscada sin escapatoria, fue un acto absolutamente irracional e irresponsable.
De estudiantes golpeados, heridos, muertos y desaparecidos está llena la historia de este país sin que ello haya generado cambio y transformación alguna, más allá de alejar por miedo a la gente de participar y protestar democráticamente. El país requiere de jóvenes vivos y participantes en la definición de los asuntos públicos y no de mártires que se autoinmolen sin ningún tipo de sentido práctico, político o ideológico.
Habría que revisar qué objetivos de fondo y quiénes estaban detrás de propiciar enfrentamientos. Lo cierto es que cualquier estudiante mínimamente formado políticamente sabría que suplantar a las masas sin pensar consecuencias de las acciones que se emprenden, es un acto demencial que parecería más inspirado en quienes desean que corra sangre y no en que haya soluciones concretas a las demandas planteadas al gobierno.
A los estudiantes habría que pedirles lo que no es exigible a los miembros de la fuerza publica: Más inteligencia y racionalidad y menos emocionalidad. Debe prevalecer la sinapsis sobre la emisión de altas dosis de adrenalina y testosterona. La fuerza de la razón debe anteponerse a la razón de la fuerza. Los estudiantes deben ser más cerebrales y menos viscerales. En otras palabras, menos primarios al pensar y al actuar, porque sin lugar a dudas el país va a requerir a corto, mediano y largo plazo de su presencia en la reformulación del rumbo de la nación.
Taparse la cara y tirar una piedra siempre será más sencillo que pensar y producir ideas que anticipen los movimientos del jugador contrario y lo pongan en jaque mate.