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JEP: El mayordomo solo hizo lo que le mandó a hacer el dueño de la finca

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Hebert Castro, el humorista uruguayo que vivió e hizo radio en Colombia hace varias décadas (desde Cali) hizo célebre a un personaje al que llamó el «pobre Peraloca», figura al que siempre le ocurrían enormes desgracias por no escuchar y atender recomendaciones y advertencias fundamentadas de otras personas y antes «pasárselas por la faja».

Muy similar a lo que ocurrió en múltiples capítulos a «Peraloca», a muchos colombianos «¡Se les dijo! ¡Se les recomendó!y ¡Se les advirtió! que si querían que el país no ardiera y no siguieran muriendo jóvenes humildes e inocentes, no podían ni debían volver a otorgar poder al «señor de Las sombras» o al que quisiera o dijera el «señor de las sombras».

La advertencia iba mucho más allá. Tampoco podían creer que daba lo mismo elegir al antagonista del ya reconocido y nefasto «señor de las sombras» que a quién se prestara para que este último gobernara en cuerpo ajeno. Además, que era imperdonable dedicarse a contemplar mamíferos exóticos, como si nada diferente pudiera hacerse para intentar cambiar una tragedia anunciada.

No obstante, en su necedad, muchos desatendieron las advertencias y las indeseadas consecuencias no se han hecho esperar. El mandadero del «todopoderoso» o, lo que es lo.mismo, el mayordomo de la finca está siguiendo al pie de la letra lo que todos sabían que le pondría a hacer el dueño de la finca.

Los esfuerzos que deberían hacerse para consolidar y avanzar hacia una paz verdadera y duradera se dilapidan y, antes, se conspira incansablemente por ausencia absoluta de grandeza, y por sobrados egoísmos y mezquindades en contra de la posibilidad de reconciliación entre los colombianos. Se hace todo por retrotraernos a la guerra y se sabía que ello iba a ocurrir. El «Señor de las sombras» gobierna tras bambalinas, por interpuesta persona y de l que ocurra medio país será responsable.

Cómo muy seguramente sobrevendrán las críticas frente a nu dra crudeza que dirán que se está irrespetando la figura presidencial, hay que decir, que es el presidente y nadie más que él, el primer llamado a respetar la dignidad de su investidura y a entender que no gobierna para la mitad de los electores o para un sector político o un jefe político, sino para todo un país que espera que se antepongan los altos intereses de la nación sobre intereses o convicciones partidistas.