¿Presidenciales vuelven a reunificar a los de Medellín y Cali?

Pablo Escobar Gaviria siempre tuvo en mente la toma del poder político para desde el gobierno favorecer su «emprendimiento» cocainero. Y aunque los Rodríguez Orejuela estaban más preparados para materializar ese sueño, siempre fue impensado un acuerdo entre ambos carteles de la droga en función de intereses estratégicos comunes.

La rivalidad y la pugna por el principal mercado de estupefacientes enfrentó a los carteles de Medellín y Cali en una guerra a muerte en la que hubo desde muertos y bombas hasta estrecha cooperación entre los del occidente del país, el presidente de la época y sus organismos de seguridad en función de sofocar una amenaza en común y liquidar físicamente a su enemigo.

Ni con la muerte de Escobar ni con la neutralización no violenta y posterior extradición de Miguel y Gilberto el negocio del narcotráfico acabó y antes, gente muy cercana a los Rodríguez y a Escobar, asumieron la provisión de cocaína a Estados Unidos

Nada cambió salvo que de máximo 5 o 10 grandes capos se pasó a múltiples,  siendo notorio, además, que por los lados de los ex colaboradores del cartel de  Medellín la lección se aprendió y, sin renunciar a la violencia, la ecuación se  revirtió colocando las armas al servicio de la política.

Ello posibilitó en una serie de movimientos ya no de corta sino de mediana duración la concreción del sueño de Escobar de acceder al poder político y desde allí lograr la coptación del aparato del estado para colocarlo al servicio de la exportación de cocaína ya no sólo desde pistas ubicadas en áreas rurales como en antaño sino desde el propio aeropuerto Internacional El Dorado en Bogotá.

No obstante sellar una unidad de acción y un pacto de no agresión entre narcos vallunos y antioqueños, para superar la patria boba del narcotráfico instaurada por Escobar Gaviria, no había quedado tan patentizado como necesidad sino hasta  la campaña presidencial pasada en la que un sector, por fuera del negocio, amenaza con convertirse en un obstáculo para los empresarios del polvo blanco que habitan en el triángulo de oro de Colombia.

Los herederos de la idiosincrasia violenta e ilícita de Escobar, tras alcanzar desde hace ya más de dos décadas el objetivo estratégico de dominio sobre el país no están dispuestos a perder el poder político y a ver siquiera amenazado un negocio tan lucrativo como ni siquiera en las épocas en que desde la Aerocivil le autorizaban pistas y aeronaves soñó o imaginó el indiscutido jefe del Cartel de Medellín.

Medellín y Cali están esta vez unidos en torno al que con vergüenza señala el nuevo capo de capos del Valle de Aburrá y aquel a quien este mismo señaló en algún momento de haber trabajado en la cacería de Escobar Gaviria en alianza con los Pepes y con la ayuda del Cartel de Cali.

Lo que resultaba impensable en tiempos de Escobar ocurrió en la campaña presidencial pasada y vuelve a ocurrir en esta. Medellín y el aliado en la guerra contra el narcotráfico de los de Cali vuelven a confluir mientras Luis Carlos Galán vuelve a ser traicionado en su legado, memoria y lucha contra el narcotráFICO