Quien funge (quizás sería más correcto utilizar finge) como presidente de Colombia acaba de «ubicarse» en el espectro político como de «extremo centro», expresión que más allá de las críticas y mofas que surgieron como reacción en redes sociales, esconde una gran verdad: Duque verdaderamente representa a un, a pesar de que suene paradójico, extremo centro. Expliquemos por qué.
En Colombia, tras la expresión «centro», realmente se esconde una derecha vergonzante. Luego, reclamarse públicamente como parte del «extremo centro» por parte del «escogido por Uribe» no es más que el reconocimiento abierto de que tanto él como su partido político representan una opción de extrema derecha.
Y es que como lo reconociera el exministro del interior y justicia de Uribe e ideólogo del «Centro Democrático», Fernando Londoño Hoyos, esa colectividad ni representa el centro ni los ideales democráticos y es más una facción de extrema derecha, una de cuyas principales banderas ha sido y sigue siendo volver trizas cualquier posibilidad de paz y reencaminarnos hacia la guerra y la muerte a los colombianos.
Pero tal posición no es nueva en Colombia. En una grabación de la época que antecede a la era más sangrienta y violenta del país, el primo de otros de los ideólogos del uribismo, Pablo Escobar Gaviria, se reivindicaba, oportunistamente, como un hombre respetuoso de todas las ideas y, además, filosóficamente ecléctico, en tanto para «no polarizar» no se reconocía a sí mismo como sujeto ni de izquierda ni de derecha.
Con el capo de capos del Cartel de Medellín, surge entonces un tipo sui generis de «centro», con marcada diferencia entre lo que dice y lo que hace e impulsor de una lógica criminal, heredada como legado por el uribismo, en la que no se concibe que exista otro camino distinto para dirimir diferencias y contradicciones conceptuales que la utilización de la fuerza bruta y la aniquilación moral o incluso física del contrario.
En una bien elaborada «división del trabajo» sucio, para la eliminación física de quienes representan una «amenaza» a los intereses económicos de los ricos emergentes (de los de las fortunas mal habidas) se determinó el accionar de los escuadrones paramilitares de la muerte.
Pero a la par de esta forma violenta de quitar incómodos oponentes del camino existe al servicio de la extrema derecha un conveniente «centro» no radical y moderado, que bajo el ropaje de la alternatividad y el discurso de «no polarizar» contribuye a la defensa del statu quo mafioso, allanando el camino -para sus pares de extrema- mediante la deslegitimación y estigmatización o asesinato moral de los verdaderos opositores al régimen.
No hay que olvidar, que fue la alianza macabra entre narcotraficantes, ganaderos y políticos de la posición «pablocentrista» la que gestó el surgimiento del paramilitarismo en Colombia con propósitos claros y definidos de exterminio de cualquiera que enarbolara banderas de izquierda, bajo la implementación de la táctica de «combinación de todas las formas de lucha», en dónde lo militar y las armas se colocan al servicio de despejar tierras y terreno en lo político para colocarlas al servicio de los políticos corruptos.
Después de 71 años de su nacimiento en Rionegro, infortunadamente para Colombia el negocio y la idea fija dePablo Escobar de incursionar en política para colocar todo el aparato del Estado a su servicio y hacer del país un poderoso narcoestado no es simplemente parte de la historia superada