Se les cayó la P a los «probos» politicos amigos del «Ñeñe»

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Gustavo Petro polariza, dicen sus contradictores, pero no cuentan el resto, antes lo callan convenientemente: Petro se ganó la fama de polarizador porque no tiene precio, no se vende y es intransigente e intolerante con la corrupción. En ello obra bien: La política en Colombia mediada por el eje de lo corrupto, se mueve entre el ser o el no ser y no da para términos medios como ha quedado suficientemente demostrado con el escándalo que involucra al presidente y a su mentor con un narcotraficante costeño que se disfrazaba de «ganadero».

Al bautizar en algún momento a su movimiento como Decentes y representar una opción política anticorrupción, Petro hizo que la indecencia en la política se alinderara. Los Gaviria, los Pastrana y todos los que sentían amenazados sus intereses y privilegios y hasta comprometida su impunidad (inmunidad) se nuclearon en torno al sector que mejor representa a lo que Álvaro Gómez Hurtado denominaba el régimen.

El partido político de los honorables sin honorabilidad, del eterno «yo no fui», del «todo se vale», de «el fin justifica los medios», de la propagación del odio y la venganza, de defensa de la guerra y de la muerte e incurso en toda suerte de escándalos de corrupción, entendió el peligro que para la continuidad de su pillaje y de su lógica mafiosa significaba Petro y se valió de lo que mejor saben hacer para derrotarlo: recurrir a lo más nauseabundo del lodazal fétido de recursos a su disposición para imponerse.

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Hicieron de nuevo uso del miedo, soportado en el engaño; acudieron a la trampa en el amañado conteo de los votos desde una registraduría perfectamente coptada desde su software; apelaron a traiciones y robos como los que orquestaron contra otro de los alfiles del establecimiento y, como si todo lo anterior no fuera poco, también echaron mano de la ayuda, para la compra de votos de la que hablara Ayda Merlano y que hoy involucra, adicionalmente, a sombríos personajes vinculados al narcotráfico y a temibles estructuras criminales de la Costa Atlántica como el ‘Ñeñe’ Hernández, socio de alias Marquitos.

En tal propósito se valieron, además, de efectivos aliados en quienes entienden la política como el arte de ponerle una vela a Dios y otra al diablo y de tratar de congraciarse con todos sin tomar partido. Estos últimos son también, sin eufemismos, cómplices de la nueva cloaca que Gonzalo Guillén y Daniel Mendoza Leal, dando cátedra de periodismo y de valor civil, ayudaron a destapar. Ellos, los que optaron por mirar para otro lado frente al peligro del regreso del uribismo, ayudaron a posicionar en la opinión pública una matriz mediática falsa: Que Petro y Uribe representaban lo mismo y que solo ellos (el centro) eran los únicos «salvadores». Dividieron y el uribismo volvió a reinar con todas las implicaciones que para la ya maltrecha ética ello tiene.

En su afán de ganar a como diera lugar, quienes impulsaron a Duque, muy seguramente inspirados en la frase de un tristemente abogado que representa y defiende sus ideales e intereses, hicieron una escisión definitiva, esta vez no entre derecho y ética, sino entre esta última y política, confiados en que el país nacional se ha insensibilizado y vuelto indiferente o inmune frente al establecimiento y la forma putrefacta de actuar del viejo y/o detusto país político.

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Y mientras los audios incriminadores continúan apareciendo, los hipócritas fariseos modernos persisten en su shows mediáticos de rasgarse las vestiduras y negar sus vínculos con la mafia que logró materializar el sueño de Escobar Gaviria y lo corrompió todo. El padre del cinismo y heredero de la mentalidad traqueta del capo, declara que no compra votos, confiado en que el país haya olvidado como obtuvo el voto favorable de los congresistas que decidían si podía aspirar o no a un segundo periodo.

El otro (que no merece ni siquiera mencionarse ni respeto por su indignidad) señala que siempre ha combatido al narcotráfico, cuando ni siquiera ha decidido pronunciarse sobre su narco embajador. Ambos son iguales, se cubren con la sábana de la impunidad reinante, de la indecencia y de la ausencia de vergüenza y dignidad para admitir sus culpas. Se les cayó la P no son políticos probos sino políticos robos. Esa misma P en Colombia reemplazó a la M en inmunidad.

 

 

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En las fotos el narco «Ñeñe» Hernández con dos de los garantes de los perdidos recursos y votos de Germán Vargas Lleras en Barranquilla y en la costa: Alejandro Chat Chaljub y Elsa Noguera