A propósito de los confesos tibios en Colombia: algunos elementos de análisis

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Quienes a través de redes sociales lanzaron una campaña de reivindicación de la tibieza, no deberían enorgullecerse de su ausencia de adopción de posturas frente a la situación del país. La tibieza, en la Colombia de hoy, no es una virtud, es más bien un defecto que se ubica muy próximo a la cobardía.

Hay circunstancias en las que no puede, ni debe haber dilemas o disyuntivas. La cuestión, si la abordáramos desde una perspectiva filosófica, se movería en el plano de determinación entre el ser y el no ser. La indefinición y la falta de asunción de posiciones y de responsabilidades por las mismas, lejos de hablar bien de alguien, lo hace un ser dudoso, impredecible y poco confiable.

No tomar partido, amparándose en la sinrazón de catalogación, desde prejuicios, de las personas entre derecha e izquierda, con base en la ubicación aleatoria y accidental de los diputados en la Asamblea Nacional tras la Revolución Francesa es un craso error cuando se debería hacer entre partidarios y hacedores de la justicia e injusticia. Los diputados de La ‘plaine’ o ‘crapauds du Marais’ (centro) no trascendieron para la historia como los conservadores Girondinos de la ‘droite’ (derecha) o los radicales Jacobinos de la ‘gauche’ (izquierda).

En la política de la Colombia de hoy, se es de centro no en relación con nuestra derecha o nuestra izquierda sino en relación con avanzar o retroceder, con ubicarnos atrás, para pasar desapercibidos, o adelante para ser protagonistas y no actores de reparto de nuestra propia historia.

La historia, a propósito, nos habla de revolución, en su acepción de cambios positivos (y no en la de terror que nos han inculcado para inmovilizarnos) o de reacción. De ahí derivan los términos revolucionario, como lo fue por ejemplo Cristo, o reaccionario y/o retardatario que encaja en quienes defienden a capa y espada (o por omisión) un statu quo dañino.

Jesús, al cambiar radicalmente las concepciones y prácticas anteriores a su existencia material y predicar justicia y amor en tiempos de retaliación fue sin duda alguna elun revolucionario y actuó como tal, sin matices ni preocupaciones diplomáticas.

Verlo sacar a los mercaderes del templo recurriendo a la fuerza o enfrentar a los poderosos de su época sin vacilar y a sabiendas de las consecuencias que ello a la postre le acarrearía, sería muy seguramente catalogado por quienes hoy reivindican la tibieza como un discurso polarizador incorrecto y/o inadecuado.

Desde lo que representa Jesús es quizás explicable que el texto bíblico sea coherente y consistente en condenar la tibieza. No se puede «prender una vela a Dios y otra al diablo» como dirían los abuelos. No se puede servir a dos señores (Mateo 6:24); No hay comunión entre la luz y las tinieblas (2da de Corintios 6:14) y no hay lugar para los tibios ante Dios (Apocalipsis 3:16)

Ser tibio en Colombia puede ser hasta políticamente rentable pero éticamente incorrecto y comporta favorecimiento y cómplicidad de un establecimiento o régimen (como lo llamaría Gómez Hurtado) anacrónico y casado con la corrupción.

La extrapolación que desde el análisis de las ciencias naturales Weber pretende que se haga en el análisis de lo social con el ideal de neutralidad valorativa no tiene cabida. Quién analiza la sociedad no puede despojarse de lo ideológico para hacerlo. No puede renunciar a tomar partido sacrificando lo que se piensa. Quién en medio de las turbulentas aguas del río Colombia decide quedarse en el centro en lugar de optar por una orilla tiene bajísimas probabilidades de supervivencia política en una época en que la polarización no la han generado quienes están al margen del poder sino quienes lo detentan con exclusiones y múltiples formas de violencia.