¿Hasta cuando el ESMAD actuará impunemente en Colombia?

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Que se hayan dado a conocer, van por lo menos cuatro estudiantes que han recibido impactos de proyectiles en sus rostros por parte de miembros del ESMAD, en acciones que han comprometido sus vidas y hasta sus ojos. Algunos han quedado desfigurados como en el caso de un jóven que participaba en una protesta antitaurina en la capital del país.

Este tipo de comportamientos criminales no es aislado, incluso en alguna ocasión reciente, también en Bogotá, un mecánico que regresaba a su casa y accidentalmente pasaba por una protesta en la que no participaba fue impactado en la nuca por un proyectil de gas lacrimógeno que lo mató, como lo lograron demostrar sus familiares con vídeos de cámaras de seguridad del sector. Nadie respondió.

Indagando sobre orígenes de este cuerpo policial, nos encontramos con la sorpresa de que el llamado Escuadrón Móvil Antidisturbios ESMAD fue creado por el retardatario y reaccionario ex presidente conservador Andrés Pastrana Arango en 1999, con un carácter transitorio como el de tantas otras cosas en el país que gracias a nuestra amnesia y conformidad se volvieron permanentes (Ejemplo: el 4 por mil)

Cómo su nombre lo indica el ESMAD debería actuar en casos de disturbios para contener y no para, a través de policías infiltrados en la protesta social, generar disturbios y reprimir violenta y desmedidamente a los manifestantes. No obstante, es esto y muchas cosas aún peores las que hace, al punto de ser llamado y reconocido en las barriadas como
Escuadrón de Sicópatas Para Maltratar y Asesinar Disparando.

Y es que en los procesos de selección y adiestramiento que efectúa la Policía Nacional de Colombia pareciera ser que los criterios de escogencia fueran: No pensar (1), obedecer ciegamente (2), ser altos en relación con el promedio de estatura del país (3), carecer de escrúpulos y sentimientos al momento de actuar (4) y/o, más grave aún, no pasar una prueba psicológica de empatía y demostrar en la misma frialdad, inconmovilidad ante el dolor y sufrimiento ajenos y esa especie de gozo al infligir dolor a otro característico de los sádicos y psicópatas(5).

Ninguna persona en estado mental normal, se sobreentiende, debería experimentar placer en el dañar y lastimar a sus semejantes. Por ello, con las actuaciones del ESMAD surgen necesariamente varios interrogantes que deberían estar en el centro de la discusión publica:

¿Vivimos los colombianos en democracia o en dictadura? ¿La democracia se reduce al acto de votar o pueden los ciudadanos participar en las decisiones que los afectan? ¿Está garantizada o proscrita y criminalizada la protesta social? ¿Pueden los ciudadanos reunirse, asociarse, movilizarse y expresarse o les está prohibido y/o vedado? ¿Están las autoridades instituidas para garantizar la vida de los ciudadanos o para atentar contra la misma como valor supremo? ¿Existen o no existen límites para el uso legítimo de la fuerza por parte del Estado y de sus agentes?

Esta última pregunta cobra vital preponderancia si se tiene en cuenta que la fuerza debería solo ser utilizada en caso de oposición o agresión a la fuerza policial y solo con propósitos de neutralización y reducción, lo que no legítima una práctica ya común en Colombia en procesos policiales en donde aún en estado de indefensión o de sometimiento continúa usándose con brutalidad la fuerza, sin que se censuren o castiguen ejemplarizantemente este tipo de procedimientos arbitrarios e ilegales.

Sería conveniente, aún después de logrados acuerdos con los estudiantes y de levantado el paro que estos adelantan, que en nombre de la sangre derramada por Esteban Mosquera, Juan Sebastian, Keiry y tantos otros estudiantes más que murieron o fueron lesionados gravemente a manos del ESMAD se abriera el debate sobre cuál es el tipo de policía que requieren y se merecen los colombianos en épocas de postconflicto.